miércoles, 31 de diciembre de 2014

MI PRIMERA NAVIDAD EN GRANADA

Después de las vicisitudes que corrí en varios internados religiosos desde los once años, llegado el año 1959 y ya cumplidos los 16, me planteé que era hora de tomar una decisión, que no era otra que la de ponerme a trabajar.
Y no podía ser en Montillana, pueblo donde en aquellos años residían mis padres. Y pueblo dicho sea de paso, del que conservo un agradable recuerdo y unos extraordinarios amigos.
Descartado el pueblo en el que tenia puestas mis primeras esperanzas trabajando en la panadería de Don Manuel Ruiz Ramos en la Cañada -justo frente a la sacristía de la Iglesia Parroquial- iglesia en la que pasé muy buenos momentos de monaguillo junto al que fue y sigue siendo mi buen amigo Federico-, y la casualidad ha hecho que actualmente sea el párroco de mi pueblo Benalúa de las Villas. También con Pepe Bolívar Baeza del que guardo muy buen recuerdo.

Yo había descartado trabajar en Montillana, porque eran momentos de la gran desbandada de emigrantes buscando trabajo en Alemania, Suiza, Francia y otros. Los más afortunados en nuestro país: Cataluña, Baleares u otros lugares de España. Así que, las circunstancias no eran muy apropiadas para buscar trabajo en el pueblo.
Tuve la suerte al desplazarme a Granada, y en aquel año de 1959 encontré mi primer trabajo en una panadería.

Y a eso es lo que voy a contar: Como pasé en Granada mi primera Navidad hace 54 años.


En Abril de 1951 mi padre se trasladó con su familia a Campotéjar buscando más trabajo en lo suyo, que era zapatero. Y dos años después un nuevo traslado, esta vez a Montillana.

Gracias a la ayuda que por aquel entonces me prestaron los sacerdotes de los que fui monaguillo. Primero fue Don Ignacio Sánchez Ontiveros en Campotéjar. Y más tarde Don Miguel González Alvarez del Manzano y Don Luís Mellado Manzano en Montillana.

Todo comenzó cuando el 8 de diciembre de 1959, día de la Inmaculada, después de la Misa de diez. 
7Lunes
8Martes
Día de la Inmaculada Concepción
9Miércoles
Hablando con Don Luís planeé al día siguiente ir con él a Granada, viaje que hacíamos en su vespa, cuya matrícula todavía recuerdo (GR-14483. Este viaje lo había hecho otras veces, pero en esta ocasión llevaba la idea, sino de quedarme, al menos intentarlo.

Y ese 8 de diciembre de 1959, una mañana fría de invierno después de dos horas que que era el tiempo que se empleaba para llegar en moto a Granada, llegamos hasta la calle Silencio que era el domicilio familiar de Don Luís Mellado. Y allí nos despedimos. Yo me fui a casa de Mama Loles, mi abuela materna que vivía en la calle San Juan de los Reyes. hasta el día siguiente lunes que nos veríamos para iniciar lo que era mi ilusión: Buscar trabajo.

Miércoles 9 de diciembre. Nos citamos en su domicilio y desde allí, siempre en la vespa, nos desplazamos a la Iglesia de San Matías para celebrar la Misa diaria a las nueve de la mañana, algo que en aquellos años era primordial y principal para un sacerdote. Todavía recuerdo el altar donde ayudé a Don Luís a Misa. Y terminada la ceremonia me llevó a la cafetería Bibrambla donde me invitó a un desayuno: Un buen vaso de leche con un bilbaino. Era un desayuno especial para mí que estaba acostumbrado al tazón de café de cebada con leche y pan con aceite. También muy bueno por cierto.

Ahora estaba el dilema. ¿Por donde empezar? 

La idea de don Luís fue ir al edificio de Correos, donde visitamos a un hermano suyo que trabajaba en telégrafos y éste me ofreció trabajar como repartidor de telegramas. Me ofrecía una bicicleta y once pesetas diarias, más las propinas.

Aunque no lo descartaba pero la idea de la panadería rondaba mi cabeza y se la expuse de nuevo a Don Luís. Y decidimos visitar de inmediato a Don Ignacio Sánchez Ontiveros, párroco en aquellos años de Maracena. Así que de nuevo a la Vespa y serían las 11 de la mañana cuando ya estábamos exponiéndole la idea en su casa parroquial a Don Ignacio, que tenía unos primos panaderos de Alfacar. Y sabido era como lo sigue siendo, que este pueblo era uno de los principales productores de pan para la capital.

Un horno similar al de la 
panadería Santo Domingo



Y al momento en las dos vespas tomamos el camino de nuevo hacia Granada en dirección a la calle Aguado, donde estaba la panadería de Santo Domingo regida por los hermanos Ramón+, Antoñita+ y Margarita Martínez Ontiveros. En el despacho del pan estaba en ese momento Ramón que cuando le expuso su primo Ignacio la idea que llevábamos, no dudó en decir: "Que se ponga a trabajar ahora mismo".

Una hogaza. Similar a las que en aquellos años
se hacían de uno y dos kilos.
Yo no tenía duda porque esa era mi ilusión, pero el problema era que solo llevaba la ropa puesta y que en aquel momento era la mejor que tenía. Pero él le dio pronto la solución. "No importa ya le daremos alguna de mi hijo".

La panadería se encontraba en esas fechas a pleno rendimiento elaborando los riquísimos "noche buenos", que por cierto eran los mejores que se hacían por la zona del Realejo y conocidos, -yo creo-, en toda la ciudad de Granada. 

No lo pensé y Don Luís Mellado volvió a Montillana sin llevarme a mí, pero le contó a mi padre lo que había sucedido. Y dos días después Ramón en actitud paternalista conmigo, en su Renault 4-4 me llevó a Montillana para conocer a mis padres y traerme la ropa.

Triciclo parecido al que yo llevaba,.
Lo distinto es que llevaba las ruedas del cajón pequeñas
Y así comencé el trabajo. Con una gran ilusión. Trabajé en la panadería y me enseñaron el reparto de pan. Empezando por los comercios, a llevar el pan de la tarde. Me solté pronto en el manejo por las calles en bicicleta y lo que fue para mi una experiencia inolvidable y en lo que disfrutaba enormemente fue el manejo de los triciclos que cargados de pan llevaba a las tiendas. Y aunque pasados ya tantos años, podría enumerar una a una por las zonas del Realejo Campo del Príncipe y calle Santa Escolástica, en el barrio de la Virgen calle Ancha de la Virgen y calle Nicuesa a la tienda de Braulio, dos hermanos ya muy mayores que con su bata blanca contaban y volvían a contar el pan que les dejaba encima del mostrador, donde antes colocaban unos periódicos. También iba albarrio de San Juan de Dios en la calle Misericordia a la tienda de Amalia, una familia muy cariñosa donde además, pasabas ratos charlando con sus hijas Amalita y Araceli. También iba a la placeta de Cuchilleros y en la calle Reyes Católicos a una tienda de comestibles que había en lo que hoy hoy es el edificio en la otra esquina de la Telefónica. Este era el reparto de la tarde que había que hacer a toda prisa porque el pan salía del horno hacia las siete de la tarde y debía estar en las tiendas todo repartido antes de las ocho.
Y por las mañanas repartía el pan con Juan Ontiveros Rojas, marido de Margarita. Al que pronto le tomé cariño y creo, que él también a mí. Nos pasábamos la mañana juntos repartiendo pan con aquella vieja Iso escoter matrícula GR-11094 tirando de un gran remolque cargado de pan y nosotros encima. Muchos kilos y muchas calles recorríamos todos los días. Desde el Realejo al Salón, al barrio de la Virgen, al de la Magdalena, calle Gran Capitán, calle Elvira, calle Real de Cartuja y hasta la barriada de la Encina, la Chana y las Angustias.
Barriadas donde hice muy buenos amigos. Los hermanos Seller. Y después con la inauguración de la Iglesia de Sana Micaela, los hermanos Madero, los hermanos Henares y otros jóvenes de mi edad, como Ricardo José Antonio Teba y chicas como Conchi, María Angustias, Irene y otras.

De nuevo en el tema de la panadería, la anécdota, que hoy recuerdo diría que como curiosa, pero que en aquellos años era un auténtico drama:
  • El peso del pan por los inspectores correspondientes que iban por las calles con una romana y una libreta y cómo yo hacía lo posible para huir de ellos.
  • Las multas de 3 pesetas por dejar la bicicleta cargada de pan en la acera de la calle Jardines era una pesadilla. Un policía municipal en una moto Ossa, me perseguía un día sí y otro también. A veces metía la bicicleta en el patio de alguna casa, pero cuando no, la multa la tenía que pagar en efectivo. Y tres pesetas para mí que ganaba diez al día era una pesadilla.
  • El accidente en la moto que al ir a subirme casi en marcha, metí el pie entre la cadena y la rueda cortándome la primera falange de tres dedos y que hizo que se parara la moto. Llevaba yo unas zapatillas de tela y dije: "cuidado que he metido el pie en la cadena" Y cuando Juan miró vió como chorreaba la sangre de mi pié y recuerdo que dijo: "la zaparilla no, canalla, ha sido el pie. Primero me llevó a la Casa de Socorro donde me curaron y durante unos días su esposa que se portaba muy bien conmigo, me curaba el pie. Recuerdo que le costaba trabajo que yo pusiera el pie sobre sus rodillas porque estaba embarazada de su segundo hijo.
  • El peso de los camiones de leña para el horno en el fielato de la Cruz de Lagos, donde tenía que estar atento porque los que traían la leña se colgaban alrededor del camión para que pesara unos kilos más y después esos kilos que pagaba el dueño de la panadería se los repartían entre ellos. Me temían y cuando me veían decían "ya está aquí el dichoso niño hoy. Ya nos podemos despedir". Porque yo los ponía junto a la báscula a mi vista para que no se colgaran de la leña.
  • Y también el atropello a una chica de doce o trece años en la antigua Avda de Calvo Sotelo cerca del Triunfo un Día del Domund.
Iglesia de San Juan de los Reyes.
Y ¿donde me alojaba en aquel tiempo, teniendo en cuenta que mis padres se quedaron en Montillana? Fue en casa de Mama Loles (mi abuela paterna) que por aquellos años estaba entre los 70 y los 80 años. La casa que estaba (y está) frente a la puerta principal de la Iglesia de San Juan de los Reyes. (Esta es una historia bonita que más tarde contaré. Los baños en el patio que llenábamos de agua de la acequia, las veladas al fresco en la puerta de la casa con Mama Loles, mi tío Paco, mi Chacha Carmen y mi muy querida Títa Matilde. Y que a veces se unían vecinos y primos) . Mama Loles era viuda y con ella vivía su hijo, el único que se quedó soltero que era mi tío Paco el sastre, y también convivía mi tía Matilde que por aquellos años se quedaría con dos hijas pequeñas porque su marido, mi tío Eduardo, se marchó a trabajar a Francia y nunca más volvió. Eso es otra historia. historia que yo pronto vi que era un impedimento para hacerse cargo de mi en cuanto a comida, ropa, etc. etc. Pero allí tenía un lugar donde dormir -en el suelo naturalmente como era muy normal en aquellos años-. Pero yo me sentía feliz con aquella familia mía.
Botellas de Puleva que yo bebía
a principios de la década de los +0
Y también con mi nuevo trabajo, donde por cierto no he dicho que mi sueldo era de 10 pesetas diarias y todo el pan y tortas que me quería comer. Comía mucho pan, leche Puleva que por aquellos años comenzó a distribuirse en las nuevas lecherías y que me bebía en la misma botella de 1/4 o 1/2 litro. Y muy pronto encontré una freiduría en la Calle Rosario, cerca de la calle San Matías, donde el menú era todos los días "papas fritas con huevos" (de 3 a 5 pesetas).

Y en invierno, la distancia que hay desde la calle Aguado a la calle San Juan de los Reyes era el motivo que yo tenia, para tomar como lugar para dormir lo que para mí era un sitio extraordinario. En la misma panadería, en la parte superior del horno donde se cocía el pan. De cualquier forma era dormir en el suelo y yo estaba tan agusto en aquél pequeño espacio de menos de dos metros cuadrados, pero calentito. Y así me pasaba muchos días sin subir a casa de Mama Loles.

Esa primera Navidad en Granada, como estaba muy cerca y se podía acceder por la sacristía, fui a la Misa del Gallo a la Iglesia de Santo Domingo. Pasé la nochebuena, la Navidad y la festividad de los Reyes Magos solo. En ese espacio calentito encima del horno. Y no recuerdo echar de menos a mi familia. No canté villancicos. No probé aquellos mantecados que mi madre hacía utilizando para cortarlos de la masa un vaso y una copa, según los quería de grandes. Era tal el cariño que encontré en la familia Martínez Ontiveros que me sentía como uno más. Me daban algunos días comida. En aquellos días por vacaciones conocí a Ramón Ángel, hijo de Ramón y aunque él tenía otra vida distinta porque estudiaba en los Maristas, nos hicimos amigos. Amigos dentro de lo que podía ser aquella relación, pero que hemos mantenido contacto y mantenemos todavía. También conocí muy pequeño porque aún no había empezado sus primeros pasos a Juan Ramón el primer hijo de Margarita y el embarazo del que fuera su segundo hijo José Luís. 

Todo esto es motivo de otra publicación. Tengo muy buenos recuerdos de aquel tiempo y de aquella familia.

Contaré cómo hacíamos el reparto. Sitios donde llevábamos el pan en gran cantidad. El accidente que tuve en la moto al subirme en el asiento trasero. La compra posterior de aquella entrañable moto que nunca olvidaré. Y algunos viajes que fueron una auténtica aventura. Y mi salida de la panadería para mi primer trabajo en la administración, mi primer destino que fue en la Casa de los Tiros. Mi relación con Gallego y Burín, con Gallego Morell y la Baronesa de San Calixto hasta aprobar las oposiciones de funcionario de la Administración Civil del Estado, pasando por otras oposiciones en Bancos y Caja de Ahorros de Granada.

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Y también queda pendiente la anécdota: No habían pasado tres meses de estar repartiendo pan, cuando me encontré una cartera con 5.638,50 pesetas. Era mucho dinero, si tenemos en cuenta que yo ganaba diez pesetas diarias. ¿Cuánto tiempo tendría que pasar para alcanzar esa cantidad? Eso cambió de alguna manera, no mi vida, pero sí el trabajo y la relación con aquella entrañable familia.

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miércoles, 24 de diciembre de 2014

SANTA CLAUS y PAPA NÖEL


¿Por qué Santa Claus se llama Papá Noel?


Santa Claus es una adaptación al inglés del holandés Sinterklaas (San Nicolás)



Santa Claus es una adaptación al inglés del holandés Sinterklaas (San Nicolás)

El viejecito de ropas rojas y barba blanca que vemos en vísperas de Navidad en los shoppings de todo el mundo se ha convertido en ícono cultural de la sociedad de consumo del tercer milenio. El sonriente personaje, que encanta a los niños, fue forjado a lo largo de los últimos diecisiete siglos, basado en la historia de un obispo que vivió en el siglo IV. 

La ciudad de Mira, en el antiguo reino de Licia, actual territorio de Turquía, tuvo un prelado llamado Nicolás, célebre por la generosidad que mostró con los niños y con los pobres, y que fue perseguido y encarcelado por el emperador Diocleciano. Con la llegada de Constantino al trono de Bizancio —ciudad que con él se llamó Constantinopla—, Nicolás quedó en libertad y pudo participar en el Concilio de Nicea (325). 

A su muerte fue canonizado por la Iglesia católica con el nombre de san Nicolás. Surgieron entonces innúmeras leyendas sobre milagros realizados por el santo en beneficio de los pobres y de los desamparados. Durante los primeros siglos después de su muerte, san Nicolás se tornó patrono de Rusia y de Grecia, así como de incontables sociedades benéficas y, también, de los niños, de las jóvenes solteras, de los marineros, de los mercaderes y de los prestamistas. Ya desde el siglo VI, se habían venido erigiendo numerosas iglesias dedicadas al santo, pero esta tendencia quedó interrumpida con la Reforma, cuando el culto a san Nicolás desapareció de toda la Europa protestante, excepto de Holanda, donde se lo llamaba Sinterklaas (una forma de san Nicolás en neerlandés). 

En ese país, la leyenda de Sinterklaas se fusionó con antiguas historias nórdicas sobre un mítico mago que andaba en un trineo tirado por renos, que premiaba con regalos a los niños buenos y castigaba a los que se portaban mal. 

En el siglo XI, mercaderes italianos que pasaban por Mira robaron reliquias de san Nicolás y las llevaron a Bari, con lo que esa ciudad italiana, donde el santo nunca había puesto los pies, se convirtió en centro de devoción y peregrinaje, al punto de que hoy el santo es conocido como san Nicolás de Bari, un lugar que él nunca conoció. 

En el siglo XVII, emigrantes holandeses llevaron la tradición de Sinterklaas a los Estados Unidos, cuyos habitantes anglófonos adaptaron el nombre a Santa Claus, más fácil de pronunciar para ellos, y crearon una nueva leyenda, que acabó de cristalizar en el siglo XIX, sobre un anciano alegre y bonachón que en Navidad recorre el mundo en su trineo, distribuyendo regalos. 

Hasta los primeros años del siglo XX, Santa Claus era representado como un hombre muy alto y delgado, con una imagen que inspiraba temor. La campaña publicitaria que lanzó la Coca-Cola en 1921 lo convirtió en un hombre regordete, sonriente y de rostro sonrosado, que vestía las ropas con que lo conocemos, del color rojo que caracteriza la propaganda de esa compañía. 

De esa forma, Santa Claus se convirtió rápidamente, en los Estados Unidos, en símbolo de la Navidad, en estímulo de las fantasías infantiles y, sobre todo, en ícono del comercio de regalos navideños, que anualmente moviliza miles de millones de dólares. 
Esta tradición no demoró en cruzar nuevamente el Atlántico, ahora remozada, y en extenderse por varios países europeos, en algunos de los cuales Santa Claus cambió de nombre. En el Reino Unido se le llamó Father Christmas (papá Navidad); en Francia fue traducido a Père Noël (con el mismo significado), nombre del cual los españoles tradujeron solo la mitad, para adoptar Papá Noel, que se extendió rápidamente a América Latina. 

(Tomado de "La palabra del día" de Ricardo Sosa)