miércoles, 28 de marzo de 2012

EL ABUELO y EL PIYAYO

Hay días y hay fechas, en las que me encuentro con más ganas de escribir. A veces en releer lo escrito anteriormente y "darle salida" Estas fechas navideñas han sido siempre unos de los momentos que más he escrito, casi todo guardadosin publicar.  Hoy es uno de esos momentos. Y si además me encuentro algún comentario a "mis cosas" con más motivo.
Y unos de esos comentarios que me impulsan son lo de Nicolás Palma, al  que admiro como persona, como escritor y como profesional de la enseñanza.
A Nicolás Palma, del que en mis noches en las que no puedodormir desde hace nueve años, le recuerdo cuando escribía esto en su libro "RESCOLDO" cuya presentación me perdí desgraciadamente: “Túmbate, cuerpo real, - Que la noche es pa dormir - Y el día pa descansar”. A  él, a un escritor de verdad, de una manera especial le dedico  esta humilde crónica en agradecimiento por el seguimiento que hace a lo que escribo.



EL ABUELO
 “La sombra de los abuelos es alargada”.

Papa Miguel. Mi abuelo materno


Reconozco que nunca me ha gustado la palabra “abuelo”. Tal vez porque a mí no me han contado cuentos, ni me han sacado de paseo, tampoco me han llevado a ver la tarasca ni me han comprado un globo en los días del Corpus.

Claro, porque no he tenido abuelos. Mejor dicho, tener si he tenido, pero ni yo he podido disfrutar de ellos ni ellos conmigo. Uno, me contaban que lo mataron en la guerra y el otro murió cuando yo solo tenía cinco años de edad y lo único que recuerdo de él, es que hacía unas migas de harina de maíz riquísimas. De esto hace ya más de 60 años. Este es el tiempo que hace que no he vuelto a comer migas de harina de maíz. Conocí también a mi bisabuelo Rogelio perode él solo tengo el recuerdo de ir a verlo sentado en una silla en su puerta y darme del bolsillo del chaleco una moneda de diez céntimos.

Mis bisabuenos: Araceli y Rogelio

Ya me han hecho abuelo. Y además me han jubilado. Como decían en mi pueblo: “si no quieres caldo, toma tres tazas”.

Por eso, yo ahora, aprovecho cualquier ocasión para enterarme del papel de los abuelos. Y analizo si yo estoy preparado para ello.

He leído que ser abuelo es una de las experiencias más maravillosas que la vida puede regalar a una persona y dicen, “que los abuelos destilan sabiduría, comprensión, firmeza, autoridad moral y ternura”. De ninguna de estas cualidades creo estar dotado. Y lo de que “la sombra de los abuelos es alargada” veré a que se refiere, porque mi sombra cuando la veo delante de mí, ni al amanecer ni al anochecer la veo alargada, más bien me recuerda al famoso “Michelín”. Porque ya verán con menos de 1.60 y casi 100 kilos de peso, la sombra se ensancha pero no se alarga.

Con nuestros nietos Marco y Víctor en el Parque de las Ciencias

Y por lo que veo por la calle y me cuentan algunos amigos, el único papel que desarrollan hoy día los abuelos, es pasear a los nietos en carrito, porque los papás trabajan. Y ya no les cuentan cuentos, se limitan a enchufar la play, ponerles un video o un DVD.

Así que no se si estaré cualificado para esa misión, entre otras cosas porque los carritos de hoy llevan amortiguación, dirección flotante y frenos de disco y no se si sabré conducirlos. Y además el bebé, va mirando hacia adelante, con lo cual ni se ven sus sonrisas ni te enteras si va llorando a no ser que te cruces con algún conocido y te diga como regañándote: “que el niño va llorando”. Y ni siquiera tienes que ponerle el chupete, porque los niños de hoy aprenden a ponerse ellos solitos el chupete en la cuarentena. Y lo de la play o el DVD se me daría fatal, porque no me gustan los juegos y la tele solo el pongo para ver los telediarios y no todos.

Con nuestra nieta Sofía

Dicen, que un nieto hace renacer en los abuelos el espíritu del niño que llevan dentro, pero que no habían recordado desde hacía mucho tiempo. Y según los expertos, la presencia de los abuelos en el hogar era un regalo para los niños. Pero ¿en qué hogar? Porque antes los abuelos vivían en el mismo hogar con los hijos y los nietos, pero hoy día no es así. Los abuelos, -al menos en mi caso-, tenemos un pisito donde en un dormitorio dormían los cuatro hijos distribuidos en dos literas de dos plazas cada una. Por tanto en mi piso creo que no caben. Ni creo que los padres los dejen porque de noche es el único tiempo que tienen para disfrutar de ellos. Y los nietos tampoco creo que quisieran venir porque en su casa tienen cada uno su habitación personalizada con video-juegos, consola y no se cuantas cosas más.
Pero es que además, en su casa tampoco veo una habitación para mí donde diga “Abuelo” o “Abuela”. Así que abuelo, solo de día y como el comercio: en horario laboral.
Dicho esto me tengo que plantear la cuestión por otra parte.
Yo me acuerdo que Víctor Manuel, -el cantante ese asturiano- decía que, “su abuelo fue picador allá en la mina y arrancando negro carbón quemó su vida”. Pues yo, aunque no he sido picador en la mina, pero he dejado picadas muchas sillas y sillones por las 8, 10 y 12 horas diariamente en la oficina durante más de 45 años.
 Y además no puedo estar dos días seguidos sin ver a mis nietos.  Así que me voy a plantear lo siguiente, aunque sea un abuelo un podo diferente:
Voy a aprender a conducir el carrito y si puedo le daré la vuelta a la silla para ir viéndolos y que ellos me vean a mí. Me daré paseos por los parques y en el Corpus les compraré un globo de los más grandes que haya. Me pondré en mi sillón, los sentaré en mis brazos y procuraré desconectar la televisión, sin que me vean (porque son muy agudos), y les diré que no funciona. Así de esta manera les contaré cuentos, empezando por Heidi y la historia de su abuelito. Y otros muchos que a mí no me contaron, pero que yo leí y me aprendí de memoria, como: Pulgarcito, Garbancito, Blancanieves con sus siete enanitos, el sastrecillo valiente y hasta la poesía de “mi vaquerillo” de José María Gabriel y Galán. Y si viene al caso, hasta la historia bíblica de José vendido por sus hermanos al rey Faraón, como se lo contaba a mis hijos y se quedaban boquiabiertos (todavía se acuerdan de aquellas historietas). Y así me acostumbraré a que me llamen ABUELO.

Además comprenderé eso que decía al principio, de que la sombra de los abuelos es alargada. Alargada porque los abuelos nos alargamos lo que haga falta, aún con dolor en todo esqueleto los paseamos. Y mientras los paseamos nos olvidamos del dolor y después al llegar a casa me tomaré la dosis de pastillas para la artrosis y el reuma. Lo de que podemos demostrar nuestra sabiduría, pues sí; la que nos ha enseñado la vida. La comprensión y la firmeza hasta donde podamos. Y lo de la autoridad moral y ternura, como “abuelo”; con eso queda dicho todo.

Dicho lo dicho, pues sí. Soy abuelo. Tengo la sombra alargada y se me cae la baba. ¿Qué?

Y voy a disfrutar a mis nietos, mientras espero que sigan viniendo más nietos, muchos nietos, para reunirlos junto a mí y mostrarme satisfecho de ser abuelo.

Como el piyayo.



El Piyayo (Málaga, España: 1864 - 1940) es el apodo por el que era conocido Rafael Flores Nieto, un cantaor y guitarrista flamenco de origen gitano y un personaje popular de la ciudad que alternaba su vocación musical con la venta ambulante.
Nació en Málaga en el año 1864, en el popular barrio de El Perchel y murió en la Alcazaba de Málaga el 25 de noviembre de 1940.

El Piyayo fue objeto de una creación poética de José Carlos de Luna 1890) de tono humorístico.
El Piyayo

¿ Tú conoces al "Piyayo",
un viejecillo renegro, reseco y chicuelo;
la mirada de gallo
pendenciero
y hocico de raposo
tifioso...,
que pide limosna por "tangos"
y maldice cantando "fandangos"
gangosos...?
¡A chufla lo toma la gente,
y a mí me da pena
y me causa un respeto imponente!
Ata a su cuerpo una guitarra,
que chilla como una corneja
y zumba como una chícharra
y tiene arrumacos de vieja
pelleja.
Yo le he visto cantando,
babeando
de rabia y de vino
bailando
con saltos felinos,
tocando, a zarpazos,
los acordes de un viejo "tangazo":
Y el endeble "Piyayo" jadea,
y suda..., y renquea,
y, a sus contorsiones de ardilla,
hace son la sucia calderilla.
¡A chufla lo toma la gente!
A mi me da pena
y me causa un respeto imponente.
Es su extraño arte
su cepo y su cruz,
su vida y su luz,
su tabaco y su aguardientillo...,
y su pan y el de sus nietecillos;
"churumbeles" con greñas de álambre
y panzas de sapo,
que aúllan de hambre
tiritando bajo los harapos;
sin madre que lave su roña;
sin padre que "afane",
porque pena una muerte en Santoña;
sin más sombra que la del abuelo...
¡Poca sombra, porque es tan chicuelo!
En El Altozano
tiene el cuchitril
-¡a las vigas alcanza la mano! -,
y por lumbre y por luz un candil.
Vacía sus alforjas
- que son sus bolsillos -.
Bostezando, los siete chiquillos
se agrupan riendo.
Y, entre carantoñas, les va repartietído
pan y pescao frito
con la parsimonia de un antiguo rito:
-¡Chavales!
¡Pan de flor de harina!...
Mascarlo despasio.
Mejó pan no se come en palasio.
Y este pescaito, ¿ no es ná?
¡Sacao uno a uno del fondo der má!
¡Gloria pura é!
Las espinas se comen tamié',
que to es alimento...
Así..., despasito.
Muy remascaíto.
¿ No llores, Manuela!
Tú no pués, porque no tienes muelas
¡Es tan chiquitita mi niña bonita!...
Así despasito.
Muy remascaito,
migaja a migaja - que dure -,
le van dando fin
a los cinco reales que costó el festín.
Luego, entre guiñapos, durmiendo,
por matar el frío, muy apiñaditos,
la Virgen María contempla al "Piyayo"
riendo.
Y hay un ángel rubio que besa la frente
de cada gitano chiquito.
¡A chufla lo toma la - gente!...
¡A mí me da pena
y me causa un respeto imponente!

martes, 13 de marzo de 2012

MISA por Don LUÍS MELLADO MANZANO

Me acaba de informar un familiar que el día 20, martes, a las 20:00 h. (ocho de la tarde) en la Parroquia de los Santos Justo y Pastor, se celebrará un funeral por el alma de Don LUÍS MELLADO MANZANO.
El domingo se publicará una nota necrológica en el diario IDEAL en tal sentido.
Como se que muchos de mis seguidores conocieron a Don Luís, les recuerdo que ese día estaremos muchos de los que lo conocimos y tratamos allí para ofrecer esa Misa por el eterno de su alma.

Foto de Don Luís, cedida por su sobrino Jesús Mellado, correspondiente a una fecha aproximada alos años 60 en que estuvo en Montillana

En recuerdo a Don Luís Mellado Manzano


Acabo de recibir la noticia del fallecimiento del sacerdote Don Luís Mellado Manzano.

No hace muchas fechas, le encontré en la Acera del Casino en una mañana de sol que se daba un paseo ayudado de un ligero bastón. Le abordé y a pesar de que hacía muchos años que no hablaba con él, bastó solo decirle que “yo soy Enrique, uno de sus monaguillos en Montillana”. En seguida comenzamos un diálogo y le recordé aquellos días y los viajes que hacíamos de Montillana a Granada en su Vespa de 125 cc. Matrícula de GR-14483.

Le gustó ese recuerdo y mantuvimos un diálogo de unos quince minutos, interrumpidos continuamente por personas que pasaban y le saludaban cariñosamente.

Don Luís llegó a Montillana en tiempos difíciles. Era a finales de los cincuenta. Pronto se hizo querer del pueblo llano aunque tuvo sus detractores en la clase “política” que en aquellos años gobernaba el pueblo. Y es que Don Luís quería entre otras muchas cosas que se respetara el domingo y aunque yo era por entonces un niño y como tal no podía estar en las conversaciones de los mayores, algo se movía entre ellos y Don Luís.

Pero por encima de todo estaba su amor a los pobres, que por cierto en esos años en Montillana abundaban. En una ocasión nos envió a llevar la cama en la que dormía a una familia que vivía en una casa estilo chabola y dormían en el suelo. Y el que pasó desde esa noche a dormir en el suelo, fue él. Otras ayudas llevó de forma más austera, y de la manera que como dice el Evangelio (cuando deis limosna, que vuestra mano derecha no sepa lo que hace la izquierda).

Hay muchas anécdotas de aquellos tiempos, como el famoso “sermón de Moclín” que se grabó con aquel moderno magnetófono de hilos y que después oiríamos una y otra vez en la casa parroquial.

Pero en lo personal, tengo unos recuerdos entrañables, por ejemplo sentarme frente a él en una mesa para “rezar el breviario” algunos días que habían sido muy movidos y no le había dado tiempo de hacerlo él solo. Por supuesto en latín de donde me enteraba de algo, no mucho, pero me dio la oportunidad de practicar la lectura de esta lengua.

De aquellos años queda un entrañable recuerdo a Juan Espinar (que falleció muy joven), que por entonces era seminarista y cuando fue ordenado sacerdote se marchó con Don Luís al Perú, en compañía también de Romero López. Después Juan volvería y en sus largas charlas en la zapatería de mi padre en la calle San Juan de los Reyes surgió más de una ocasión para irnos los dos en mi vespa a dar un paseo por los pueblos del cinturón de Granada, cosa que por cierto le encantaba.

Y la última experiencia con Don Luís y quizás la más importante en mi vida, fue cuando el 8 de diciembre de 1959, después de haber celebrada la Misa parroquial y la imposición de insignias de Acción Católica para mayores y jóvenes, me dijo que se venía a Granada con su vespa. Y como hice en otras ocasiones le acompañé. En esos viajes yo aprovechaba para visitar a mi abuela paterna y a mis tíos que vivían en la calle San Juan de los Reyes. También aprovechaba para comprar material para la zapatería de mi padre, cosa que hacía en un comercio de la calle Marqués de Falces conocido como “curtidos Gilabert”.

Esa mañana del 8 de diciembre, con un sol radiante pero con un frío típico del mes de diciembre, subidos en la vespa, emprendimos un viaje que para mí resultaría inolvidable por el final que tuvo. Y después de hacer algunas paradas para calentarnos al sol y don Luís se frotaba las manos porque se le quedaban congeladas en el manillar de la moto. A mí, con las ropas que utilizábamos en aquellos años no se me quedaban heladas las manos, sino todo el cuerpo lo traía acartonado.

Al fin en Granada y la primera visita fue a su casa familiar en la calle Silencio. Subí con él, y desde allí me llevó a la tienda que su hermano J.B.Mellado tenía en San Antón 15 y aquí nos despedimos y quedamos para vernosa la mañana siguiente para ir a celebrar Misa.

A la mañana siguiente antes de las nueve ya estaba yo en su puerta y de nuevo en la vespa nos dirigimos a la Iglesia de San Matías, donde en un altar lateral celebró Misa y yo de monaguillo. También por qué no decirlo fue un momento importante para mí, verme ayudando a Misa en una Iglesia tan importante.

Y desde allí a la cafetería Bibrambla donde pidió para mí un vaso grande de leche con un bilbaíno que me entonó y me quitó el frío de la mañana. Alguien también estaba con nosotros aunque no puedo recordar pero creo que era su padre o algún hermano.

Y aquí comenzó lo que sería mi “gran aventura”. Le dije a Don Luís que me quería quedar a trabajar en Granada. El panorama que tenía por delante no era muy halagüeño: Mi padre zapatero sin tierras propias, yo acababa de abandonar el tercer internado en los que había intentado estudiar, pero la falta de recursos económicos y de becas hicieron imposible cumplir mi deseo. Y no estaba dispuesto a quedarme en un pueblo en el que empezaba a escasear el trabajo y solo veía la oportunidad de trabajar en el campo, cosa a lo que no estaba acostumbrado como otros niños de mi edad, precisamente por lo que he dicho antes, porque mi padre no tenía tierras y no había aprendido desde pequeño.

MI petición no cayó en saco roto. Pero la pregunta era obvia: ¿Y en qué y dónde vas a trabajar? Y le contesté: Me da igual, en lo que sea.

Y la primera visita fue al edificio de correos y telégrafos donde según me dijo tenía un hermano que trabajaba en telégrafos. El diálogo fue corto. Sí podía quedarme pero el sueldo era de 11 pesetas y las propinas repartiendo telegramas. Para empezar no estaba mal.

Pero a mí, como suele decirse ahora, “se me encendió la bombilla” y le dije: ¿Por qué no buscamos donde pueda trabajar como panadero? -oficio que me gustaba y había aprendido en la panadería de Don Manuel Ruiz Ramos de Montillana-.

Esto se animaba, porque Don Luís se acordó de Don Ignacio Sánchez Ontiveros que era párroco en aquellos días de Maracena y del que yo también había sido monaguillo, primero en Campotéjar y después en Montillana.

De nuevo en la Vespa a la casa parroquial de Maracena donde nos recibió Don Ignacio y enterado de nuestra pretensión tomó su vespa y volvimos a Granada para llegar hasta la calle Aguado, a la panadería de Santo Domingo que regentaba Don Ramón Martínez Ontiveros, primo de Don Ignacio. (De esta panadería y de estas entrañables personas, hablaré otro día, porque guardo muy buenos recuerdos).

Hechas las presentaciones de rigor y enterado Don Ramón de mis intenciones y mis deseos, su respuesta fue clara: “Pues quédate, porque en estos días próximos a las Navidades tenemos mucho trabajo”. Así que allí me quedé y Don Luís regresó a Montillana sin mí. Me había quedado y así se lo contó a mis padres. Pero al día siguiente Don Ramón en su Renault 4-4 matrícula GR-11490 me llevó para recoger mi ropa y hablar con mis padres. Algo muy natural.

Y como a mi aventura en la panadería y a mi posterior cambio de trabajo le voy a dedicar otro espacio en mi blog, hoy quiero terminar con el recuerdo y el agradecimiento a Don Luís Mellado Manzano, p.e.p.d. y que seguro está ya disfrutando del lugar que el Padre le tendrá reservado a una persona que vivió el sacerdocio de joven en los pueblos y que posteriormente desarrolló una importante labor en (Perú), donde fundó la institución educativa San Martín de Porres y la parroquia del mismo nombre y donde es recordado como el Padre Mellado habiendo sido declarado Hijo Ilustre de Tacna y Benefactor de la Ciudad Heroica y del Perú.

Descanse en paz.

lunes, 5 de marzo de 2012

Ha muerto Don Luis Mellado Manzano


Acabo de recibir la noticia del fallecimiento del sacerdote Don Luís Mellado Manzano.
No hace muchas fechas, le encontré en la Acera del Casino en una mañana de sol que se daba un paseo ayudado de un ligero bastón. Le abordé y a pesar de que hacía muchos años que no hablaba con él, bastó solo decirle que “yo soy Enrique, uno de sus monaguillos en Montillana”. En seguida comenzamos un diálogo y le recordé aquellos días y los viajes que hacíamos de Montillana a Granada en su Vespa de 125 cc. Matrícula de GR-14483.
Le gustó ese recuerdo y mantuvimos un diálogo de unos quince minutos, interrumpidos continuamente por personas que pasaban y le saludaban cariñosamente.
Don Luís llegó a Montillana en tiempos difíciles. Era a finales de los cincuenta. Pronto se hizo querer del pueblo llano aunque tuvo sus detractores en la clase “política” que en aquellos años gobernaba el pueblo. Y es que Don Luís quería entre otras muchas cosas que se respetara el domingo y aunque yo era por entonces un niño y como tal no podía estar en las conversaciones de los mayores, algo se movía entre ellos y Don Luís.
Pero por encima de todo estaba su amor a los pobres, que por cierto en esos años en Montillana abundaban. En una ocasión nos envió a llevar la cama en la que dormía a una familia que vivía en una casa estilo chabola y dormían en el suelo. Y el que pasó desde esa noche a dormir en el suelo, fue él. Otras ayudas llevó de forma más austera, y de la manera que como dice el Evangelio (cuando deis limosna, que vuestra mano derecha no sepa lo que hace la izquierda).
Hay muchas anécdotas de aquellos tiempos, como el famoso “sermón de Moclín” que se grabó con aquel moderno magnetófono de hilos y que después oiríamos una y otra vez en la casa parroquial.
Pero en lo personal, tengo unos recuerdos entrañables, por ejemplo sentarme frente a él en una mesa para “rezar el breviario” algunos días que habían sido muy movidos y no le había dado tiempo de hacerlo él solo. Por supuesto en latín de donde me enteraba de algo, no mucho, pero me dio la oportunidad de practicar la lectura de esta lengua.
De aquellos años queda un entrañable recuerdo a Juan Espinar (que falleció muy joven),  que por entonces era seminarista y cuando fue ordenado sacerdote se marchó con Don Luís al Perú, en compañía también de Romero López. Después Juan volvería y en sus largas charlas en la zapatería de mi padre en la calle San Juan de los Reyes surgió más de una ocasión para irnos los dos en mi vespa a dar un paseo por los pueblos del cinturón de Granada, cosa que por cierto le encantaba.
Y la última experiencia con Don Luís y quizás la más importante en mi vida, fue cuando el 8 de diciembre de 1959, después de haber celebrada la Misa parroquial y la imposición de insignias de Acción Católica para mayores y jóvenes, me dijo que se venía a Granada con su vespa. Y como hice en otras ocasiones le acompañé. En esos viajes yo aprovechaba para visitar a mi abuela paterna y a mis tíos que vivían en la calle San Juan de los Reyes. También aprovechaba para comprar material para la zapatería de mi padre, cosa que hacía en un comercio de la calle Marqués de Falces conocido como “curtidos Gilabert”.
Esa mañana del 8 de diciembre, con un sol radiante pero con un frío típico del mes de diciembre, subidos en la vespa, emprendimos un viaje que para mí resultaría inolvidable por el final que tuvo. Y después de hacer algunas paradas para calentarnos al sol y don Luís se frotaba las manos porque se le quedaban congeladas en el manillar de la moto. A mí, con las ropas que utilizábamos en aquellos años no se me quedaban heladas las manos, sino todo el cuerpo lo traía acartonado.
Al fin en Granada y la primera visita fue a su casa familiar en la calle Silencio. Subí con él, y desde allí me llevó a la tienda que su hermano J.B.Mellado tenía en San Antón 15 y aquí nos despedimos y quedamos para vernosa la mañana siguiente para ir a celebrar Misa.
A la mañana siguiente antes de las nueve ya estaba yo en su puerta y de nuevo en la vespa nos dirigimos a la Iglesia de San Matías, donde en un altar lateral celebró Misa y yo de monaguillo. También por qué no decirlo fue un momento importante para mí, verme ayudando a Misa en una Iglesia tan importante.
Y desde allí a la cafetería Bibrambla donde pidió para mí  un vaso grande de leche con un bilbaíno que me entonó y me quitó el frío de la mañana. Alguien también estaba con nosotros aunque no puedo recordar pero creo que era su padre o algún hermano.
Y aquí comenzó lo que sería mi “gran aventura”. Le dije a Don Luís que me quería quedar a trabajar en Granada. El panorama que tenía por delante no era muy halagüeño: Mi padre zapatero sin tierras propias, yo acababa de abandonar el tercer internado en los que había intentado estudiar, pero la falta de recursos económicos y de becas hicieron imposible cumplir mi deseo. Y no estaba dispuesto a quedarme en un pueblo en el que empezaba a escasear el trabajo y solo veía la oportunidad de trabajar en el campo, cosa a lo que no estaba acostumbrado como otros niños de mi edad, precisamente por lo que he dicho antes, porque mi padre no tenía tierras y no había aprendido desde pequeño.
MI petición no cayó en saco roto. Pero la pregunta era obvia: ¿Y en qué y dónde vas a trabajar? Y le contesté: Me da igual, en lo que sea.
Y la primera visita fue al edificio de correos y telégrafos donde según me dijo tenía un hermano que trabajaba en telégrafos. El diálogo fue corto. Sí podía quedarme pero el sueldo era de 11 pesetas y las propinas repartiendo telegramas. Para empezar no estaba mal.
Pero a mí, como suele decirse ahora, “se me encendió la bombilla” y le dije: ¿Por qué no buscamos donde pueda trabajar como panadero? -oficio que me gustaba y había aprendido en la panadería de Don Manuel Ruiz Ramos de Montillana-.
Esto se animaba, porque Don Luís se acordó de Don Ignacio Sánchez Ontiveros que era párroco en aquellos días de Maracena y del que yo también había sido monaguillo, primero  en Campotéjar y después en Montillana.
De nuevo en la Vespa a la casa parroquial de Maracena donde nos recibió Don Ignacio y enterado de nuestra pretensión tomó su vespa y volvimos a Granada para llegar hasta la calle Aguado, a la panadería de Santo Domingo que regentaba Don Ramón Martínez Ontiveros, primo de Don Ignacio. (De esta panadería y de estas entrañables personas, hablaré otro día, porque guardo muy buenos recuerdos).
Hechas las presentaciones de rigor y enterado Don Ramón de mis intenciones y mis deseos, su respuesta fue clara: “Pues quédate, porque en estos días próximos a las Navidades tenemos mucho trabajo”. Así que allí me quedé y Don Luís regresó a Montillana sin mí. Me había quedado y así se lo contó a mis padres.  Pero al día siguiente Don Ramón en su Renault 4-4 matrícula GR-11490 me llevó para recoger mi ropa y hablar con mis padres. Algo muy natural.
Y como a mi aventura en la panadería y a mi posterior cambio de trabajo le   voy a dedicar otro espacio en mi blog, hoy quiero terminar con el recuerdo y el agradecimiento a Don Luís Mellado Manzano, p.e.p.d. y que seguro está ya disfrutando del lugar que el Padre le tendrá reservado a una persona que vivió el sacerdocio de joven en los pueblos y que posteriormente desarrolló una importante labor en (Perú), donde fundó la institución educativa San Martín de Porres y la parroquia del mismo nombre y donde es recordado como el Padre  Mellado y ha sido declarado Hijo Ilustre de Tacna y Benefactor de la Ciudad Heroica y del Perú.
Descanse en paz.